«Urdaneta hizo grandes logros, muy importantes en aquel momento»

Gema Lopez muestra el cuaderno conmemorativo del Año Urdaneta. ··· Núñez

«Urdaneta hizo grandes logros, muy importantes en aquel momento»

El legado de Andrés de Urdaneta va más allá de su faceta religiosa como monje agustino, casi considerable como el primer globalizador

Amaia Núñez Yarza

Casi todas las imágenes de Andrés de Urdaneta le muestran con el hábito de fraile agustino. Esta faceta que abrazó al final de su vida, ha hecho sombra a su trabajo como marino, geógrafo y cosmógrafo que le hizo resolver el problema del paso desde Asia a América por el océano Pacífico.

Urdaneta nació en Villafranca en 1508 en una familia pudiente. Su madre, Gracia de Cerain, era hija de una importante familia dueña de ferrerías. Cuatro años más tarde se quemó la villa, cuando su padre era alcalde. Es entonces cuando parece que comienza la relación de Andrés de Urdaneta con el mar. «Ese incendio supuso una devastación muy importante en la localidad, y se piensa que mientras estaban reconstruyendo la población, la gente que podía salió de aquí. Parece que la madre tenía parientes en la costa y seguramente irían hacia Getaria», explica Gema López, del Centro de Interpretación D’Elikatuz de Ordizia.

De la juventud del marino no hay más pistas hasta que aparece entre los tripulantes que embarcaron en el Sancti Spiritus junto con Juan Sebastián Elcano, quién apoyó su participación en el que era su segundo viaje a Molucas. «Era el lugar al que todos querían ir porque era donde se cultivaban las especias: clavo, nuez moscada, jengibre, pimienta… eran tesoros», indica.

En el viaje fallece Elcano y Urdaneta es quien redacta su testamento. «Ahí se ve que, aparte de ser una persona preparada, tenía una relación estrecha para que éste confíe en un chaval de 17 años», relata. También mueren García Jofre de Loaisa, que era quien llevaba la parte militar, además de otros marinos. Muchos por comer ciguatera, esto es, pescado contaminado con una toxina.
Solamente llegó un barco a Molucas de los tres que zarparon.

En ese momento, por el Tratado de Tordesillas que dividía el mundo, esa zona estaba en manos del Reino de Portugal y, por ello, no les dejaron volver a embarcar. «Urdaneta, ya con esos años, tenía en mente, y no era el único, que había que conseguir volver cruzando el océano Pacífico». Y es que dar la vuelta al mundo no era una solución viable para el comercio de especias, ya que tardaron casi tres años.

Urdaneta pasó diez años en Molucas sin poder salir, pero en ese tiempo intentó recopilar toda la documentación posible: estudia las corrientes marinas, los vientos, aprende el tágalo… También conoce a una chica de allí y tiene una hija, a la que pone de nombre Gracia, como su madre. Cuando pacta su regreso con los portugueses, trae consigo a su hija.

El barco de regreso les lleva hasta Lisboa, y la Corona portuguesa le requisa toda su documentación. A pesar de la gran pérdida que supuso, escapó con la ayuda del embajador de Portugal hasta Valladolid, donde estaba Carlos I, y redactó de memoria toda la información de nuevo. «Eso demuestra que era una persona bien inteligente», admite López. Además, Urdaneta indica al emperador que es capaz de hacer el viaje, para lo que tendría que volver a México. Para ello, vuelve a Villafranca y deja a su hija en manos de su hermano, Ochoa Álvarez de Urdaneta. La joven hizo vida con su familia paterna, se casó con Lope de Aiçaga y tuvo varios hijos.

Andrés de Urdaneta, mientras, esperó en México a organizar una nueva expedición. Al fallecer Miguel de Avellaneda, el Rey nombra a Ruiz de Villalobos para comandar la parte militar del viaje, pero este no cuenta con él. Las expediciones que se hacen en esos años fracasan, al no acertar con el camino de vuelta. «Hasta que la Corona decide no financiar más viajes».

Tras muchos años de espera, con la decepción por no participar en las expediciones y otros temas, «le entra una crisis personal importantísima, profesa y entra en la orden de los agustinos con 45 años». Seis años más tarde, el Reino de Castilla decide retomar el proyecto, por la importancia de traer especias, y alguien propuso su nombre. Aunque acepta enseguida, impone una serie de condiciones: los barcos deben ser potentes, la gente tiene que ir bien preparada y bien pagada, con alimentos frescos suficientes, etc. Pasaron cinco años preparando el viaje.




Desde México fueron a Filipinas y esperaron, ya que tenía claro que convenía comenzar la ruta hacia el verano. Zarparon el 1 de julio de 1565, por el estrecho de San Bernardino. «Urdaneta lo que hace es subir en recto hasta la zona de Japón, para coger una corriente marítima, la corriente del Kuro Shivo. Él pensaba -y era así-, que prácticamente sin hacer casi esfuerzo, esa corriente les llevaría a América. Para el 1 de octubre, en cuatro meses, habían llegado a la zona de Barra de Navidad», el lugar de donde habían partido.

Todavía alargó el viaje una semana, para llegar a Acapulco, que tenía un puerto más seguro. «Regresa a España casi como un héroe, porque había conseguido lo que durante tantísimos años habían estado intentando. Lo que él llamó el Tornaviaje».

Urdaneta volvió a México, porque quería repetir el viaje, pero «había venido tocado del viaje» y falleció el 3 de junio de 1568, a los 60 años, en el convento de los agustinos de México. «Esa
ruta que abrió permitió unir Manila y Acapulco, y se estableció una ruta comercial que estuvo en vigor más de 200 años. De ahí salía el Galeón de Manila o la Nao de la China, que era un barco grande que hacía más o menos un par de viajes al año. Ha sido una de las grandes rutas comerciales. El inicio de la globalización», explica la responsable de D’Elikatuz.

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