Carlos Peña: «Los ríos son una zona muy desconocida para todo el mundo»
Carlos Peña lleva más de tres décadas completando retos deportivos a nado a favor de causas solidarias
Agurtzane Núñez
Nadie podría decir cuando aprendió a nadar que Carlos Peña se iba a convertir en el poseedor del récord del mundo de natación extrema. «El profesor me echó al agua, antes se enseñaba así, y del susto estuve años traumatizado», recuerda. Pero su afán de superación deportiva le impulsó a completar el recorrido entre Lodosa y Zaragoza y, desde entonces, ha sido la persona que más kilómetros ha nadado de espaldas.
La Official World Record, la organización que certifica los récords mundiales, le entregó en 2015 el certificado que lo acredita. Para entonces había completado 56 retos, aunque sumando los realizados desde entonces calcula que estará cerca de los 70. Hace cinco años consiguió su segundo récord, tras nadar 24 horas seguidas en el río Urumea con unas gafas especiales a favor de la retinosis pigmentaria.
Peña se ha especializado en realizar retos solidarios a nado para dar visibilidad a todo tipo de asociaciones, pero su primera motivación fue meramente deportiva. «En verano del 89, con 24 años estando de vacaciones, se nos ocurrió a mi hermano y a mi nadar por el Ebro desde Lodosa a Zaragoza, unos 200 kilómetros. A los tres días mi hermano se sintió indispuesto, así que casi desde Tudela estuve solo. Llegamos a la Basílica del Pilar el 31 de diciembre a las seis de la tarde», explica. «Llevábamos unos neoprenos de dos piezas para submarinismo, pero eran muy gruesos y rígidos, por eso empezamos a nadar de espaldas», algo que continúa haciendo. Diez años después, en junio de 1999, completó todo en solitario todo el curso del Ebro, 927 kilómetros, para recaudar fondos para los afectados por el huracán Mitch de Honduras.
Su primer reto solidario fue en 1995. «El año anterior nadé el estrecho de Gibraltar y unos de los que me ayudaron eran de la Cruz Roja, que a su vez tenían una ONG que llevaba alimentos a Bosnia, que estaba en guerra», detalla. Animado por uno de aquellos voluntarios, surgió un reto en el que admite que «me jugué la vida, y mi equipo también, claro». Recorrió a nado un tramo del río Neretva, que cruza Mostar hasta Metkovic y dividía a los dos bandos, para poner el foco en la situación. «El agua estaba cerca de cero grados, y fuera la sensación térmica era de menos quince».
Pero lo peor fue nadar en un río en el que podía haber de todo tras años de conflicto. «En un momento me quedé atascado en un puente derribado. El equipo de militares españoles que me acompañaba estaba ya preparando las cuerdas para bajar a sacarme, pero yo sentía que me ahogaba, y pasé por debajo», explica. «Salió bien, pero podía haberme quedado clavado entre los escombros».
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