«Muchos instrumentos se han dejado de hacer»
Jose Luis Loidi y Lourdes Yarza han creado una colección de más de 5.000 instrumentos tradicionales
Agurtzane Núñez Yarza
Aunque no se ha dedicado a la música profesionalmente, a Jose Luis Loidi ya desde niño le atraía la música tradicional. «Vivía en Irun y cuando mis padres me daban la paga íbamos a Hendaya a comprar discos, y compraba vinilos con música folclórica de cualquier país. Mis amigos me decían ‘¡qué cosas más raras escuchas!’», recuerda ahora. Poco a poco, «empecé a investigar, a salsear, y a coleccionar flautas. Tenía unas 220», cuenta.
Cuando entonces conoció a su mujer Lourdes Yarza, la colección comenzó a ampliarse y hoy en día atesoran más de 5.000 instrumentos tradicionales de todo el mundo. «Llevamos más de cuarenta años, y ya no es sólo de flautas, hay de todo», explica Lourdes. «Siempre digo que la colección de cromos de futbolistas de un año son los que son y la acabas, pero nadie sabe en el mundo todos los instrumentos que hay. Es ir mirando e ir buscando», subraya Jose Luis. Todo lo han conseguido, además, sin dedicarse profesionalmente a ello: Jose Luis es óptico, aunque ya está jubilado, y Lourdes trabaja en la Diputación.
La mayoría de los instrumentos son de madera, pero «cada etnia los fabricaba con lo que tenían, con madera o con piel, conchas, caracolas, calabazas…», indican. Hay todo tipo de instrumentos, desde los tambores hasta violines, harpas, campanas o sonajeros de todo el mundo. «Solo de África tenemos más de mil instrumentos, aunque nunca hemos estado allí. La vez que íbamos a ir, nos tocó una partida de vacunas mala y nos pusimos enfermos», cuentan, y no han vuelto a organizar el viaje.
Así, insisten en que la colección se ha hecho «casi sin querer» durante las cuatro décadas, gracias a su interés en buscar e investigar sobre los instrumentos y los pueblos que los tocan, pero también en sus viajes o los de amigos que les proporcionaban información. «Nos hemos movido mucho, sobre todo por Europa, pero hemos conseguido muchas cosas también gracias a la colaboración», recuerdan.
Y es que en una época en la que todavía no existía internet, interesarse y conseguir información sobre un instrumento de la otra punta del mundo no era tarea fácil. «Teníamos un conocido que viajaba por trabajo a Indonesia y nos decía ‘si encuentro algo os mando un fax’, e igual nos llegaba una fotografía, o un dibujo aproximado con las medidas», explican.
Durante años, los festivales de música también fueron una fuente importante: «cuando sabíamos qué grupos iban a venir al Concurso de Masas Corales de Tolosa o al Festival de Folklore de Portugalete, contactábamos con ellos para preguntar si nos podían traer instrumentos, y luego cuando venían se los comprábamos». Hoy en día, admiten que cada vez está más complicado, «casi no hay, y los que hay los precios son inaccesibles».
Todo un arte
Si hacer música ya es un arte en sí, los instrumentos que tienen en su colección también son parte del arte étnico y ritual. «El oceánico y el americano es el más sencillo, donde menos instrumentos tienen; el europeo es el más perfecto de sonido; el asiático es el más ingenioso, es el continente donde han inventado un montón de sistemas de hacer música; y el africano es el más bello. Un tambor resulta que es toda una figura», indica.
Y es que en una época anterior a internet los instrumentos musicales muchas veces eran los pasatiempos en las tribus de casi todo el mundo. «Hay una étnia en África en la que el marido construye a su mujer un tambor cuando tiene su primer hijo, pero luego solo lo toca la mujer. Muchos se han dejado de hacer, y ya no hay nadie que los toque. Los móviles ya han entrado también en estos países y ya no están esculpiendo madera».
Con una colección que se iba ampliando poco a poco, en el año 1992 realizaron su primera exposición. «En León, con Las Edades del Hombre. Expusimos 450 instrumentos. Y como acababan de poner un contador de visitas, supimos que pasaron 23.089 personas a verlo», cuenta Lourdes. Hoy en día ya han diseñado 131 exposiciones, «no hemos hecho dos iguales». La última se pudo ver en verano en el conjunto monumental de Igartza en Beasain, una triple exposición con 90 instrumentos dedicados a mujeres en el Palacio Igartza, 60 campanas en la ferrería y 60 instrumentos de todo el mundo para conmemorar la primera vuelta al mundo.