José Mari López: «Hay algunos sacacorchos que son una auténtica obra de ingeniería»
Compró los primeros sacacorchos para decorar, y poco a poco ha creado una colección de casi 3.500 modelos
Agurtzane Núñez Yarza
Hace veinte años José Mari López tenía un proyecto para montar una pequeña bodega en un local, y decidió decorarlo con algunos sacacorchos que vio en una feria. «Iba a ser una bodega para la familia y los amigos. En aquella época coleccionaba fotografías y postales antiguas de Hondarribia, y al ver unos sacacorchos en una feria a la que fui, pensé que quedarían bien para decorar», recuerda. Pero la siguiente vez que fueron a la feria «vimos unos más bonitos, y los compramos también», dando comienzo a una pequeña colección.
«Lo que más me ha enamorado de esto es que para una cosa tan simple como para sacar un corcho, que lo puedes sacar con un tornillo, se haya hecho lo que se ha hecho», explica. Y es que, desde las más sencillas hasta las más modernas, algunas son «una auténtica obra de ingeniería».
Hoy en día, López tiene una colección de casi 3.500 sacacorchos, casi todos encontrados en mercadillos, ferias y alguna subasta. «Cuando teníamos unas cincuenta, le dije a mi mujer porqué no hacíamos colección, y me respondió ‘pero, ¿crees que vas a encontrar más que estas?’», recuerda ahora riendo, y admite que «ella también me ha ayudado mucho, porque en las ferias se fijaba en todas las figuras y en algunas descubría el sacacorchos oculto».
Aunque hoy en día en la mayoría de las casas se vean casi los mismos modelos, hay infinidad de sacacorchos diferentes, algunas de ellas patentadas. «Hay sacacorchos que tienen la mecha, como se llama la punta en espiral, oculta en llaves antiguas, en bastones, espadas o en figuritas decorativas. Las figuritas son de la zona italiana de los Alpes, que en invierno se dedicaban a tallarlas. Levantando la cabeza se descubren los sacacorchos», indica.
La mayoría de los que tiene José Mari López provienen de Europa o de América. El tiene en su colección algunos modelos alemanes, franceses, holandeses, incluso de Estados Unidos, Argentina o Japón. «En España hasta hace poco ha sido un lugar de porrón, zahatoa… y la botella no se ha empleado hasta más tarde. Aquí la más conocida es el modelo BOJ, que se fabricó en Eibar», indica.
En cambio, en Europa ya había una patente en 1802, del inglés Edward Thomason. «Fíjate que ingenioso, metes la botella en el sacacorchos, empiezas a girar la manivela, entra en el corcho, y si continúas girando, ello mismo cuando llega al tope empieza a sacar el corcho».
Además, aunque se piense que son para abrir botellas de vino, nada más lejos de la realidad. Hay modelos pequeños del siglo XIX para extraer el corcho de los frascos de perfume o de las farmacias. «Tienes que ir mirando bien todo», detalla, ya que pueden estar desmontados o escondidos. Como algunos que parecen un palo con una mano en posición de agarrar algo en la parte superior, en la que se descubre dentro la mecha y el palo hueco se introduce en la mano para girarlo».
Otras, más sencillas a primera vista pero que indican que tenían todo pensado los que lo idearon: la manilla superior tiene un martillo en una esquina y un pincel en la otra. Lo inventó y patentó un cura inglés en 1795. «El martillo es para romper el lacre con el que sellaban las botellas y el pincel para limpiar los restos de lacre antes de abrir la botella».
Pingback: Txantxangorri 132. alea - Txantxangorri Aldizkaria