La infancia en el Circo de los Muchachos
Manolo Rodas participó de joven en los primeros años del Circo de los Muchachos
Agurtzane Núñez Yarza
De niños, muchos sueñan con no ir a la escuela y dedicar el día a jugar, incluso unirse a un circo y ver mundo. Manolo Rodas se acercó a ello durante tres años, viviendo en Benposta, la Ciudad de los Muchachos. «Fui con doce años, y estuve hasta los 14, era uno de los fundadores en los que hice tres tournes con el Circo de los Muchachos», recuerda.
La Ciudad de los Muchachos era en su base «una finca, a cuatro o cinco kilómetros de Ourense. Cuando yo fui había pocas cosas, las casas donde comíamos y dormíamos y la escuela, pero ya tenía los profesores enseñando a los chicos», explica. Aunque la Ciudad de los Muchachos desapareció entrados los años 2000, sus primeros años de andadura, a partir de 1966, fueron todo un éxito, realizaron numerosas giras mundiales, y fueron uno de los mejores circos de la época.
Manolo Rodas llegó a la Ciudad de los Muchachos desde un internado en Vigo. «De pequeño era un trasto y mis padres con ocho años más o menos me metieron en el Hogar de San José. Era un colegio mixto, arriba estaban las chicas y abajo los chicos. Con doce años, había que salir de allí y las monjas me dieron a elegir entre ir a la Ciudad de los Muchachos o a un colegio de formación profesional». Como el año anterior ya habían ido siete compañeros, eligió la Ciudad de los Muchachos. «Fuimos tres, uno de apellido Freire, otro al que llamábamos Moraña y yo».
La finca estaba dirigida por el padre Cesar Jesús Silva Méndez, «para nosotros ‘el cura’ o el padre Silva», y era como un pequeño pueblo en el que los chavales se encargaban de gestionar casi todo: «hacíamos elecciones, asambleas, teníamos un alcalde, incluso un jefe de policía, y también nuestra propia moneda, las Coronas, que podíamos utilizar en nuestras instalaciones y en la cantina del circo», explica.
Circo con malabaristas y caballos
Cuando Manolo Rodas llegó, uno de aquellos compañeros del internado le animó para que entrara en uno de los grupos. «‘Ven a ensayar icarios’, me dijo, eso en que una persona sobre un cojinete, hace acrobacias con otra persona con los pies. Empecé con ellos pero al tiempo dejé de ir. Trajeron unos caballos a la finca, y empecé con ellos. A mí los caballos me atraían un montón; bueno, a mi solo no», admite.
Con los caballos «hacíamos un número de indios y vaqueros. Primero salía el indio, hacía algunas acrobacias sobre el caballo, el vaquero saltaba y le tiraba del caballo», recuerda. «Para enseñarnos trajo un profesor de Madrid, Víctor Terrón. Dos de sus hijos mayores ya trabajaban para entonces de extras en el cine, y otros dos hijos pequeños estuvieron con nosotros en la tourne. Nos enseño aquel número, y también a manejar el lazo», explica.
Rodas destaca los buenos profesores que tenían. «Monsieur Augusto para mí era el mejor. Nos enseñó a hacer las acrobacias de icarios. Y fue el que montó prácticamente la troupe de arlequines», indica.
La troupe de arlequines se convirtió en un símbolo del Circo de los Muchachos. Un grupo que se subían unos encima de otros formando una gran pirámide. «Teníamos unos trajes a rombos muy característicos, blancos con rombos negros y por detrás los rombos eran de colores, algunos naranjas, otros verdes, azules…».
A la vez que con el caballo también participó en la troupe. «Me dijeron que tenía que hacer algo más. El circo se anunciaba como un espectáculo de 60 muchachos, pero en realidad éramos unos 25 ó 30, y cada uno hacíamos varios números». Él también era asistente del faquir, «me ponían encima suyo cuando se tumbaba en la cama de clavos», y aprendió con el lazo a cortar periódicos o cigarros, «le sustituía si el que lo hacía se ponía enfermo, pero el Zaragozano nunca se puso enfermo».
Estudiar y trabajar
La Ciudad de los Muchachos era como un pueblo, pero eso no les libraba de estudiar. «Teníamos la escuela, con la EGB, y a parte durante el curso ensayábamos los del circo. Y cuando salíamos de gira, los profesores también venían con nosotros», explica Rodas. «Yo llegué en octubre del 1965 y para junio del siguiente año estaban todos los números montados», recuerda.
El primer espectáculo fue en la plaza Cataluña de Barcelona, y a partir de entonces recorrió casi todas las capitales y pueblos de España, «menos algunos de Andalucía y Toledo. Un verano hicimos toda la costa desde Gerona hasta la Línea de la Concepción» hasta que lo dejó antes de terminar la gira de verano de 1968. Por trabajar les pagaban, «50 pesetas a la semana. A parte teníamos nuestro dinero en Coronas», explica.
La mayoría de los chavales de la Ciudad de los Muchachos eran de Galicia, pero también había de otras provincias. «Había gente muy buena. El payaso Pancracio, por ejemplo, era muy bueno, de Jerez de la Frontera». Él nació en la provincia de Pontevedra, aunque de pequeño sus padres vinieron a Pasajes, al conseguir trabajo en la mar. «Pensaba que era el único de Gipuzkoa que había estado, pero no, hay unos hermanos que también estuvieron allí, y hace unos años hicieron una exposición en Beasain».
Entrevistas y anuncios en televisión
El Circo de los Muchachos pronto cogió fama y por ello Manolo Rodas recuerda varias grabaciones y entrevistas que les hicieron en televisión. «Una vez, cuando estuvimos en Madrid, hicimos un espectáculo benéfico con Valentina, Locomotoro y el Capitan Tan de los Chiripitifláuticos».
En otra ocasión, «nos hicieron una entrevista en un programa de Televisión Española y al volver a Ourense paramos en un pueblo y estuvimos buscando una casa donde tendrían televisión para poder verlo, porque entones no todos tenían televisión. La señora alucinaba al vernos en la televisión y en su salón».
También grabó un anuncio, «nos eligieron a los tres más pequeños. Era de salchichas, pero como a los otros dos no les gustaba, me las tuve que comer yo, o por lo menos pegarles un mordisco y decir ‘qué ricas están’». Gran parte de los documentos los tiene guardados, «me gustaría conseguir el de los Chiripitifláuticos, que es uno de los que me falta. Fue una época interesante de mi vida, aprendí mucho».
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