Patxi Ruiz: «La pelota, para mí, es el 70% del partido muchas veces»
Patxi Ruiz > ex-pelotari
Amaia Núñez Yarza
Patxi Ruiz es la cuarta generación de una familia de pelotaris que se remonta a su bisabuelo, Chichán, en el que ha habido varios pelotaris profesionales, entre los que destacó el primo de su padre que también fue profesional. Por eso, ya desde pequeño su padre, Jesús Ruiz, les llevaba a entrenar al frontón a los hermanos. Aunque empezó en el Club San Miguel de Estella, «unos años muy buenos», dio el salto a profesionales a los 17 años.
Sí, con 17 años ya firmé a profesionales y con 18 debuté con Asegarce. Firmé el contrato y no debuté porque me iba a jugar el Campeonato del Mundo a México en el 98, donde fuimos campeones. Vine de México y al poco tiempo debuté en profesionales. El primer partido jugué con Nagore, contra Agirre y Fernando Arretxe. Perdimos 22-18, creo. Para ser un debut jugué bastante bien, había nervios y fue bonito.
Eras zaguero.
Sí. Hasta los quince años era delantero, pero luego me cambiaron. Me dijeron que tenía postura más de zaguero.
Ahora se da mucha importancia al gimnasio, ¿en tu época también?
Sí. Cuando debuté ya iba al gimnasio. Iba con Fernando Arretxe, Julian Retegi, luego ya empecé con Beloki y todo era correr, pesas, estiramientos… yo me levantaba el lunes y de nueve a una o así entrenábamos en el gimnasio. Luego a la tarde ya hacíamos paseos o lo que fuera. Y el martes y jueves entrenamiento de frontón. Creo que de mi época para adelante es cuando más ha venido todo esto.
Las pelotas eran más grandes que ahora.
En tamaño no. Lo que si cambiaba era el volumen, igual un pelín. No se notaba en eso, eran más difíciles de mover. Ahora son más saltarinas, le das un poco y sale. Antes había que darle. Estaban hechas de distinta forma, más prietas o no sé cómo las hacían. El cuero al final es de cabra, siempre.
¿De cabra?
Sí. El cuero tiene que estar bien hecho. En pocos sitios hacen de cabra. Cuando empecé, la marca era Cipri. Era un artesano, Cipriano, que las hacía a mano. Luego empezó a salir Pumpa, que son franceses. Son las que se juegan ahora. Cipri se jubiló y ahora es otro tipo de pelota. He jugado con Pumpa y también hacen buenas pelotas. En nuestra época también había pelota saltarina. Sí que había diferencia en que eran pelotas más difíciles de echar al rebote.
Ahora hay torneos que se nota la pelota.
Sí. La pelota para mí es un 70% del partido muchas veces. Nosotros notábamos mucho. Jugábamos contra unos u otros, sacábamos una pelota y nos íbamos, cambiaban de pelota, se nos acercaban o alejaban… Hay mucha diferencia.
Es sorprendente que por unos gramos se note tanta diferencia.
Sí, hay mucha diferencia. Yo te cojo una pelota y te cojo otra, la boto y ya se cual es. Aunque tú las veas y digas ‘si son iguales’. Hay algunas que pesan menos, pero salen menos del frontis y cuesta más echarlas atrás. El máximo son 107 gramos. Yo alguna vez he sacado 106,9. Hay gente que le gustan más ligeras, de 103. A mí me gustaba más de 105, 106… más gordas.
¿A ti qué te favorecía?
Depende del contrario. A mí me gustaba más muerta. Que costaría moverlas. Al final yo tenía más toque o más fuerza. Cuando jugaba contra Beloki y toda esa gente, pues le daban también. Ahora, para sentir en la mano y para disfrutar tú, pelota más gorda y que cueste mover un poco.
Al elegir, ¿cogías lo mejor para ti, o lo que sabías que a los otros no les venía bien?
A veces como en parejas elegíamos cuatro cada pareja, intentabas coger que te gusten a ti y otras que sabes que a los contrarios les van mal. En el mano a mano también, si podías. Ahora, en el mano a mano te echan veinte pelotas y elige. Al final elegías la que te gustaba a ti.
¿Con quién te gustaba jugar?
He jugado mucho y me gustaba mucho jugar con Unanue; con Bengoetxea, hacíamos una pareja muy buena. Con Aimar también he jugado y era una gozada, con Irujo jugué una vez… siempre me ha gustado con pelotaris que remataran, que terminaran el tanto, que era lo más bonito.
Alguna anécdota.
Tengo varias. Esta es graciosa: jugué el campeonato del mundo en México y cuando quedé campeón me vino un mexicano con un gorro de esos. Me trajo a su hija. ‘Te doy a mi hija’ me dijo, ‘para que te cases con ella. Tenemos una granja de cerdos, de pollos y de todo, aquí en México’. Le había gustado como había gustado y por eso me quería dar a su hija, me hizo mucha gracia.